[En la selva tenemos que diferenciar
el buitre, del hambriento, del solitario.
E intentar descubrir cuál de ellos es el ser humano]
La vida pega fuerte
y no sabes la de veces que lo hace,
te rompe a trocitos, como pequeños cristales,
que se te clavan en el corazón.
No existen vendajes,
ni besos, ni abrazos, ni familiares
que nos quiten la sensación de sentirnos salvajes
rodeados de buitres esperando nuestra rendición.
Esta es la ley de la supervivencia
y confundimos el ganar con derrotar a los demás,
he aquí por qué estamos mejor solos
y por qué ahora no llegamos tan lejos.
Ser salvajes no es una excusa convincente,
el problema es creernos autosuficientes.
Una sola pieza no va a funcionar sola
aunque tenga el plan, las ganas y las horas.
Teme al flojo más que al fuerte,
porque sabes como es, pero no como será.
La ambición puede más que el hambre
pero los hambrientos siempre se intentarán alimentar.
Los golpes de la vida tienen nombres y apellidos,
pero su cura solo reside en nosotros mismos.
Aunque el tiempo también tenga que pagar su deuda
si el animal no caza, no se alimenta.
