Todo está cambiando. Ya no sabemos disfrutar sin que nadie lo sepa. Los secretos se han vuelto comunitarios, como nuestra vida privada. El silencio de cuando uno estaba solo a desparecido. Ahora lo llena un ruido de “mensaje recibido”. Impacientes por una respuesta a través de una pantalla o un like de la persona que nos agrada.
A lo lejos tenemos que aparentar ser fuertes, sin fisuras, ni agujeros, aunque a 2 centímetros se vean nuestras heridas no cicatrizadas que nos marcarán de por vida. Los cortes y los rasguños son invisibles en las fotos de las redes sociales. Somos perfectos con el móvil entre las manos. Parece que cuanto más brillo tiene nuestra pantalla, más nublada está nuestra realidad.
Nos empeñamos en llegar a mucha gente, cuanta más mejor. Y ni siquiera conocemos a la que tenemos al lado, esa que nos ha visto crecer, jugar, vivir y sentir. Los followers conocen la vida privada de las personas, más que sus propios familiares. Aquella gente que se crio entre asfalto, juegos y experiencias, está viendo que sus sucesores llevan las mismas zapatillas que cuando eran pequeños. Los juegos, ahora, son tecnológicos y las experiencias son a través de una pantalla.
No digo que la tecnología sea mala, simplemente pienso que no tenemos que dejar que controle nuestras vidas. La comida será igual de rica si no le tomamos una foto, la playa seguirá estando en su lugar si no hacemos un vídeo y nuestro físico no va a cambiar si no nos hacemos un selfie. No necesitamos la aprobación social para vivir.
No debemos olvidar las emociones, las caídas y los logros. Aquellos que no vemos es difícil que los conozcamos, pero tengo que admitir, que, aunque nos veamos, a veces, podemos parecer extraños. Porque esta es la gracia del ser humano ¿no? Si nosotros ni nos entendemos, ¿cómo pretendemos que lo haga una maquina? Somos demasiado complejos para encerrarnos en una pantalla, en una imagen o en una descripción de perfil rápida.
Cada día existe más información y con ella, se suman las críticas y opiniones. Todo el mundo habla de lo que no tiene, porque aquello que tiene, si todavía no lo ha subido a las redes, es que no lo quiere.
Nosotros no tenemos que sucumbir al criterio de los demás, porque nos queremos más que todas las críticas que nos puedan lanzar.
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